MANERAS DE VIVIR

Es de noche. Edu no para de dar vueltas en la cama, sin poder conciliar el sueño. Mira el reloj que hay sobre la mesilla. Marca las cuatro menos diez de la mañana. Le quedan menos de tres horas para levantarse. Se levanta de la cama, y, sigilosamente, se acerca hacia el cuarto de su hermana, abriendo la puerta lentamente.

EDU: Olivia… Olivia, ¿estás dormida?

El joven, al no obtener respuesta, se dirige hacia la cama lentamente, tumbándose junto a su hermana, la cual se termina despertando, sobresaltada.

OLIVIA: ¿Qué coño…?

EDU: (Susurrando) Tata, soy yo… no te asustes.

OLIVIA: (Extrañada) ¿Qué haces en mi cama?

EDU: Es que no me podía dormir…

OLIVIA: (Molesta) Joder Edu, que hicieras esto con cinco años, tenía su gracia, pero que lo hagas con diecisiete, resulta un poco patético.

La joven intenta echar a su hermano de la cama, pero el chico se resiste.

EDU: (Suplicante) Solo esta noche, por favor…

OLIVIA: ¿Pero que pasa?

EDU: Nada… nada, solo que no quiero estar solo… y menos esta noche.

OLIVIA: Edu, confía en mí… yo lo hice.

EDU: (Con los ojos llenos de lágrimas) Dame un abrazo, por favor…

Olivia abraza a su hermano, y, a pesar de su preocupación, ya no le vuelve a preguntar por los motivos que le hacen estar así.

El sol por fin deja ver sus rayos en un nuevo día, empezando así la última semana de instituto antes de las vacaciones de Semana Santa. Hugo se encuentra en clase, mandando un mensaje con el móvil, cuando Laura se sienta a su lado. El joven pasa de ella.

LAURA: ¿Qué haces?

HUGO: (Borde) ¿Te importa mucho?

LAURA: ¿Pero aún estás así, tío? Hace ya casi una semana… y además, no es para tanto…

HUGO: No lo será para ti, Laura… ¿cómo te sentirías si tus amigos no aceptaran a la persona a la que quieres?

Laura no sabe que contestar, por lo que decide intentar conseguir sus propósitos por otros medios.

LAURA: Venga, tío… vamos a firmar una tregua, ¿vale? Que hoy hace un año que te conocimos…

HUGO: (Irónico) Oh, si… mira que emoción llevo en el cuerpo…

Laura se muestra bastante sorprendida por la reacción de su amigo.

LAURA: Yo si que me alegro de haberte conocido, Hugo.

HUGO: Siento decirte que el sentimiento no es mutuo.

LAURA: (Molesta) ¿No? Entonces, ¿por qué no te vas con tus antiguos amiguitos, los cuales, te recuerdo, que no aceptaban que fueras gay?

HUGO: ¿Me vas a venir ahora con tu discurso de la tolerancia? Porque al menos, ellos sabía como eran… vosotros me habéis estado engañando durante un año entero.

LAURA: Eso no es así, Hugo, y lo sabes… ¿pero sabes una cosa? Ya nos da igual, piensa lo que quieras. Nosotros estamos cansados de ir detrás de ti todo el día para que nos perdones.

Laura va a sentarse a su sitio, dejando a Hugo solo, que no puede dejar de pensar en las últimas palabras de la chica.

CRÉDITOS: "MY PREROGATIVE" BRITNEY SPEARS
David Gallagher, Maggie Grace, Rupert Grint, Vanessa Hudgens, Jesse McCartney, Jesse Metcalfe, Emma Watson

Capítulo 20
Algo más que la verdad


Marta se encuentra frente a la puerta del jardín de Alfonso. No puede dejar de tocarse el pelo debido a los nervios, y, tras pensarlo durante algunos segundos, finalmente se decide, y toca al timbre. Espera a que salga Alfonso a abrirle, cosa que no tarda mucho en suceder.

ALFONSO: (Extrañado) ¿Qué coño haces aquí?

MARTA: Necesitaba verte… ¿me dejas pasar?

ALFONSO: No creo que sea buena idea, Marta.

MARTA: Solo será un momento, por favor… te quiero, Alfonso.

ALFONSO: Y yo también, eso no lo dudes. Pero me han metido a la cárcel por ello, y no quiero arriesgar lo poco que tengo por nada ni nadie, Marta… entiéndelo.

MARTA: Pero te sacaron gracias a mí… fui a declarar, creen que fue todo una simple broma…

ALFONSO: ¿Qué te hace pensar que creen eso? Están con la mosca detrás de la oreja, un solo descuido… ¡Uno y pillado! Y entonces no saldré tan fácilmente de la cárcel como esta.

MARTA: Pero algo tenemos que poder hacer, no sé…

ALFONSO: No, Marta, de verdad… lo siento, pero no. Tienes que olvidar todo esto… adiós.

Alfonso hace el amago de marcharse, pero Marta le coge del brazo a través de la verja, impidiéndoselo.

MARTA: Alfonso, por favor, espera…

ALFONSO: (Decepcionado) Tú no has venido solo a ver como estaba, ¿verdad?

Marta niega con la cabeza, para luego agacharla, avergonzada.

MARTA: Lo siento de verdad, Alfonso… pero necesito tu ayuda.

ALFONSO: ¿Cuánto es esta vez?

MARTA: Los tres mil que te pedí… es que no me los llegaste a dar…

ALFONSO: Ah, sí, es cierto… tengo el cheque preparado y todo, ahora mismo te lo saco.

MARTA: (Sonriente) Gracias…

Alfonso entra en su casa, mientras la chica le espera, cosa que no tiene que hacer demasiado rato tampoco esta vez.

ALFONSO: (Dándoselo) Aquí tienes… pero aprovéchalo bien, porque es lo último que te doy.

MARTA: (Asustada) Pero…

ALFONSO: (Interrumpiéndola) Lo siento, Marta, pero es mejor dejarlo así, y que no nos volvamos a ver más. Adiós.

Alfonso entra a su casa definitivamente, dejando allí sola a Marta, que rompe a llorar desesperada. El hombre la observa desde la ventana, también llorando, pero convencido de que ha hecho lo mejor para ambos.

Carlos y Lorena, cogidos de la mano, están frente a la puerta de un piso, esperando, impacientes, a la dueña de este.

LORENA: Vamos, como la calidad del piso sea proporcional a la puntualidad de la dueña, ya te estás buscando otro.

CARLOS: (Riendo) No seas mala persona… le habrá surgido un contratiempo o algo…

Lorena está dispuesta a contestar a su novio, pero en ese momento, la puerta del ascensor se abre, y una atractiva joven se baja, acercándose a ellos.

BELÉN: ¿Carlos Díaz? (el joven asiente, embelesado por la belleza de la mujer, mientras Lorena la mira, celosa) Perdón por el retraso, he tenido que llevar al médico al niño… esto de ser una mujer divorciada no es tan divertido como parece. (Carlos ríe) ¿Lleváis mucho rato esperando?

LORENA: (Borde) Pues el suficiente para darnos cuenta de que la puntualidad no es tu fuerte, sí.

Carlos lanza una mala mirada a Lorena, mientras Belén se muestra sorprendida.

BELÉN: Bueno, perdón, pero es que yo…

CARLOS: (Interrumpiéndola) No, déjala… es que lleva un mal día, discúlpala.

Lorena mira muy mal a su novio, y Belén, percatándose de la incómoda situación, decide romper el hielo.

BELÉN: Bueno… ¿qué os parece si os enseño el piso?

LORENA: Hombre, hemos venido a eso…

La mujer sonríe forzadamente, y abre la puerta del piso, dejando pasar a la joven pareja a su interior. Estos pueden observar un pequeño salón, bastante bien iluminado, con una decoración muy moderna.

BELÉN: La verdad es que pensé que sería para solo una persona. No tengo inconveniente en que vengáis dos, lo digo porque quizás se os hace demasiado pequeño.

CARLOS: No, no se preocupe, es solo para mí. Ella solo ha venido a acompañarme.

LORENA: Pero cariño, tiene razón… algún día nos iremos a vivir juntos, y esto es muy pequeño.

CARLOS: Bueno, pero tampoco lo hemos visto entero… el salón parece estar bastante bien.

LORENA: No sé, a mí no me gusta…

CARLOS: (Molesto) Que a ti no te guste algo que a mí si me interesa, no es ninguna novedad.

LORENA: ¿Qué quieres decir con eso?

Belén, incómoda por el rumbo que ha tomado la conversación entre la pareja, se acerca a ellos.

BELÉN: Bueno, chicos, yo… yo tengo que irme. Os dejo las llaves para que lo terminéis de ver, se las dais al portero… (Se gira hacia Carlos, a quien le da las llaves) Y si tienes alguna duda me llamas, estaré encantada de resolvértela. Chao.

CARLOS: Adiós, y gracias.

Belén responde con una sonrisa, y sale del piso. En ese momento, Carlos se gira hacia su novia, enfadado.

LORENA: ¿Qué pasa ahora?

CARLOS: ¡Mira lo que has conseguido! Entre los dos, la hemos asustado…

LORENA: (Irónica) Oh, vaya, siento haberle dicho lo que realmente pienso de su mierda de piso, y no haberme dejado encandilar por su físico, como han hecho otros.

CARLOS: Vaya, no sé porque no me extraña que estés celosa.

LORENA: No son celos, Carlos. Pero yo opino de una manera objetiva, cosa que tú no haces, y has de reconocerlo.

CARLOS: Lorena, es un piso con ascensor, portero y amueblado por seiscientos euros, ¡una ganga! ¿Y tú solo quieres que no lo alquile porque la casera está buena?

LORENA: ¡Ah! ¿Qué es que ahora consideras una ganga a este cuchitril? Pero si ni siquiera lo has visto entero…

CARLOS: Pues mira, es lo que voy a hacer ahora… pero lo voy a hacer yo solo.

LORENA: (Sorprendida) ¿Quieres que me vaya? (Carlos asiente con la cabeza) Pues muy bien, me voy… pero si lo terminas alquilando, y luego tienes quejas, no vengas a mí… te apoyo en tus decisiones, pero no puedes pretender que siempre esté de acuerdo contigo.

CARLOS: Y no lo pretendo, Lorena, ¡pero es que me sacas de mis casillas!

LORENA: Mira, yo voy a estar a tu lado, decidas lo que decidas. Pero si no pensabas escuchar mi opinión, no sé porque me has hecho venir. Adiós.

Carlos está dispuesto a contestar a su novia, pero esta le hace un gesto con la mano para que no lo haga, y sale del piso. El joven, arrepentido por lo duro que ha sido con la chica, se sienta sobre el sofá, que está cubierto por un plástico, y suspira, triste.

Ya es mediodía. Mónica se encuentra en la cocina, preparando la comida, mientras Olivia está sentada en un taburete, recordando viejos tiempos con su madre.

MÓNICA: ¿Sabes también lo que me hacía mucha gracia? Cuando te quedabas horas y horas mirando a Edu en la cuna… estabas ahí parada, sin decir ni hacer nada… solo mirándole. Había veces que me preocupabas, la verdad… parecía que estuvieras preparando un asesinato en tercer grado.

OLIVIA: (Riendo) ¡Mamá, por favor! Yo para esas cosas soy más disimulada.

La mujer también ríe, divertida.

MÓNICA: Es muy bonita la relación que os ha unido siempre a ti y a Edu… la verdad es que tenemos suerte. Pocos hermanos se llevan así de bien.

OLIVIA: Hombre, también hemos tenido nuestros momentos malos.

MÓNICA: Claro, lo raro sería que esos momentos no hubieran existido. (En ese momento, se oye como la puerta de entrada se cierra) Y mira, hablando del rey de Roma…

Olivia sonríe, y tras unos pocos segundos, Edu asoma la cabeza por la puerta, dejando ver un rostro demacrado por la falta de dormir.

EDU: Buenos días… oye mamá, hoy no voy a comer, que no tengo hambre.

Sin dejar que su madre le conteste, el joven se dirige hacia su habitación, donde se encierra. Mónica mira preocupada a Olivia.

MÓNICA: ¿Y a este que le pasa? Lleva unos días rarísimos…

OLIVIA: (Levantándose) No lo sé… pero déjame a mí.

Edu se encuentra en su dormitorio, sentado frente al ordenador, de donde suena “Si tú quisieras”, de Efecto Mariposa, cuando Olivia pica a la puerta, y la abre.

OLIVIA: ¿Puedo?

EDU: (Borde) La verdad es que no me apetece hablar con nadie ahora, Olivia.

Olivia entra, y cierra la puerta tras ella.

OLIVIA: Lo sé, pero tienes que hacerlo para desahogarte.

EDU: (Molesto) Tía, ¿estás sorda? Que paso de hablar con nadie. Márchate, por favor.

OLIVIA: No, Edu, no pienso hacerlo. No me gusta verte así, tan decaído. No eres el Edu que eras cuando me marche, ¿lo sabías?

EDU: La gente cambiamos. Unos para bien, y otros para mal, pero todos tenemos que cambiar, y nadie nos libramos de ello.

OLIVIA: A mí no me engañas… sé que te pasa algo, y no me lo quieres contar… ¿Cuántas veces te he dado motivos para que desconfíes de mí, Edu?

EDU: (Amenazante) ¡Mira, no hablemos de confianza ni secretos, porque no soy yo el que llevo las de perder, y lo sabes!

OLIVIA: Eso ha sido un golpe bajo, hermanito.

EDU: (Arrepentido) Olivia, yo…

OLIVIA: (Interrumpiéndole) No eres el mismo, tío. Prefería al Edu de antes. Al Edu cariñoso, humilde y con buen humor… pero tú sabrás, yo no voy a esforzarme más. Ya sabes que cuando quieras hablar, aquí me tienes.

La joven sale del dormitorio, cerrando la puerta tras de sí. Edu se queda allí solo, y se deja caer sobre la cama, arrepentido y dándole vueltas a las últimas palabras que le ha dicho su hermana.

Ya han pasado varios días, y las relaciones entre los protagonistas siguen igual de tensas, sin grandes cambios a la vista. Carlos está preparándose en el baño de su casa, muy arreglado, cuando oye el timbre, y sale corriendo para abrir.

CARLOS: (Sorprendido) ¡Lorena! Ya pensaba que no iba a saber nada de ti… porque hace cuatro días que nos peleamos, y ni me has llamado.

LORENA: Bueno, también podrías haber llamado tú, ¿no? Pero viendo que no debías de tener pensado hacerlo, he decidido venir yo, y dar el primer paso… como siempre.

CARLOS: (Irónico) Sí… esa es una muy buena manera de empezar a arreglar las cosas… pasa, anda.

Lorena le hace caso, mientras el joven regresa al baño.

LORENA: Bueno, yo al menos lo he intentado… (Llega al baño, donde su novio vuelve a estar frente al espejo) ¿Por qué te arreglas tanto?

CARLOS: Tengo una entrevista de trabajo… y ya sabes que la impresión es lo primero que cuenta.

LORENA: (Riendo) Ya… ¿y es obligatorio el parecer un pingüino?

CARLOS: Oye, cállate… el puesto es de recepcionista en un hotel de cuatro estrellas… así que necesitaré tu ayuda.

LORENA: ¿Mi ayuda?

CARLOS: Sí, para los idiomas y eso… ya sabes que a mí me sacas del inglés, y estoy más perdido que un pato en un garaje.

LORENA: Vale, cuenta con ello… ¿y con lo del piso que, qué has hecho? ¿Has visto más?

CARLOS: Sí, un par… pero lo tengo decidido, voy a comprar el del lunes. (Lorena pone mala cara, pero su novio no se da cuenta) Es el que mejor me sale de precio, está amueblado y todo. Vi otro que estaba destartalado y sin muebles, y valía cien euros más… te puede gustar o no, pero el piso es una ganga.

LORENA: Bueno, si tú estás decidido… no me queda más remedio que aceptarlo, ¿no?

CARLOS: Sí, supongo que sí… (Mira su reloj) ¡Mierda, voy a llegar tarde!

LORENA: ¿Quieres que te acerque con la moto?

CARLOS: No, gracias, voy a ir en bus… (Lorena asiente, mordiéndose levemente el labio inferior) Bueno, creo que deberías de…

LORENA: (Interrumpiéndole) Sí, sí, tranquilo… ya me marcho, no quiero molestarte más. Suerte en la entrevista, chao.

CARLOS: Gracias, chao.

Carlos se queda allí, mirándose al espejo, mientras Lorena se marcha, decepcionada al darse cuenta de que no ha conseguido arreglar del todo las cosas.

David se encuentra en el Four, sentado en una butaca tras la barra. El local está vacío, y el joven se dedica a leer el periódico, cuando en ese momento entra Olivia, y el joven se pone bastante nervioso.

OLIVIA: Hola… que vacío está esto hoy, ¿no?

DAVID: Sí, bueno, ya sabes que por las mañanas no suele venir demasiada gente.

OLIVIA: Sí… ¿me pones una coca-cola? (David empieza a preparársela, mientras no quita la mirada de la joven) ¿qué pasa?

DAVID: La verdad es que tengo que hablar contigo sobre algo bastante importante, al menos para mí.

OLIVIA: Bien, pues tú dirás.

DAVID: (Nervioso) Mira… ¿te acuerdas de lo que estuvimos hablando el otro día?

OLIVIA: ¿Recordando los viejos tiempos? (David asiente) Sí, sí… claro que me acuerdo, ¿qué pasa?

DAVID: Verás, tú… tú dijiste que siempre te protegía, y que no sabías porque…

OLIVIA: (Incómoda) Bueno, tampoco dije eso exactamente…

DAVID: Pero lo insinuaste… y mira, si no te lo digo ahora, reviento, Olivia.

Olivia se da cuenta de a donde quiere ir a parar su amigo.

OLIVIA: (Suplicante) David, no, por favor… no lo hagas.

DAVID: Lo siento, Olivia, pero tengo que hacerlo, y estoy decidido. Si siempre te protegía, si siempre estaba contigo… es porque te quería, y te quiero. Durante estos años, no he podido parar de pensar en ti, Olivia, y…

OLIVIA: (Molesta) Joder, te dije que no lo hicieras, David… te lo dije.

La joven se levanta, y sin ni siquiera pagar su refresco, sale corriendo del local. David, arrepentido, da un fuerte golpe en la barra, y se agacha, llorando.

Jorge camina, con paso decidido, por un solitario pasillo de la universidad, cuando, al final de este, ve como Lorena aparece por allí. Los dos jóvenes se quedan parados, mirándose durante unos segundos, para luego caminar, el uno hacia el otro, a paso ligero, hasta quedar frente a frente.

LORENA: Hola Jorge…

JORGE: Lorena.

Jorge se dispone a continuar con su camino, pero Lorena le coge del brazo, deteniéndole.

LORENA: Me gustaría hablar contigo.

JORGE: (Borde) Mira, ahora mismo no tengo tiempo para tus chorradas, tengo que ir a trabajar.

Lorena se desabrocha los dos botones de su camisa, sugerente.

LORENA: (Sensual) ¿Qué pasa? ¿Ya has olvidado tus planes de conquistarme?

Jorge la mira durante unos segundos, para luego besarla con deseo, a lo que la joven le corresponde sobradamente. Sin parar de hacerlo, entran a la clase que tienen al lado, cerrando la puerta tras ellos.

Empieza a anochecer, y Olivia está tirada en su cama, con los ojos llenos de lágrimas, mientras en su mano sostiene una fotografía en la que aparece junto a Toni. En ese momento, la puerta se abre, y la joven consigue esconder la foto antes de que su hermano pase a la habitación.

EDU: ¿Puedo?

OLIVIA: Ya estás dentro, ¿no?

Edu sonríe tímidamente, cuando se da cuenta de que la chica ha estado llorando, por lo que se acerca a ella, preocupado.

EDU: ¿Estás bien?

OLIVIA: (Secándose los ojos) Sí… sí, no te preocupes… ¿necesitabas algo?

EDU: Sí… necesito pedirte perdón. Llevo unos días borde con todo el mundo, pero sobre todo contigo… sin darme cuenta de que fuiste tú la que me abriste los ojos. La que me has ayudado a aclarar mis ideas, y la que siempre ha estado aquí.

Edu se lleva la mano al pecho, y Olivia abraza a su hermano, emocionada.

OLIVIA: (Llorando) No, Edu… la culpa fue mía. Aunque tuviese razón, fui demasiado dura… hay miles de maneras de decir las cosas, y a pesar de que me di cuenta de que estabas mal, me dio igual.

EDU: Sí me lo hubieras dicho de otra manera, no habría surtido efecto, y lo sabes.

Olivia sonríe, mientras se separa de su hermano, y se seca las lágrimas.

OLIVIA: Y dime, ¿qué efectos han tenido mis duras y crueles palabras?

EDU: (Riendo) Pues por lo pronto, he dejado a Tomás.

OLIVIA: (Sorprendida) ¿Qué? ¿En serio?

EDU: Sí… la verdad es que me he dado cuenta de que no le quería, y nunca lo hice. Ahora me quiero dedicar a recuperar la amistad de Hugo… puede que lo haya perdido como posible pareja, pero espero que no sea demasiado tarde para recuperarlo como amigo…

OLIVIA: Estoy segura de que lo conseguirás, Edu… y estoy muy orgullosa de ti, de verdad. Me gusta ver que eres honesto contigo mismo, y con las personas que te rodean.

Edu sonríe, agradecido por las últimas palabras de su hermana, y los dos jóvenes se abrazan.

Hugo y Alberto van paseando por la calle cogidos de la mano, bajo la luz de la luna llena, riendo y pasándolo bien, cuando Marta, que les ha visto desde el otro lado de la acera, se acerca a ellos.

MARTA: ¡Hola chicos!

ALBERTO: (Dando dos besos a la joven) Hola Marta, ¿qué tal?

MARTA: (Sonríe) Bien… bien, gracias.

Hugo ignora a la joven, por lo que esta mira a Alberto, el cual entiende todo.

ALBERTO: (A Hugo) Oye, voy a ir al bar de la esquina a por tabaco, que se me acaba de terminar… ahora mismo vengo.

HUGO: Te acompaño.

ALBERTO: No, cariño, no hace falta, vuelvo en un momento.

Alberto se marcha corriendo, antes de que Hugo pueda decirle nada.

MARTA: (Tímidamente) Bueno, ¿cómo estás?

HUGO: Déjate de rodeos, y dime de una puta vez que es lo que quieres, Marta.

MARTA: Sí… una de las cosas que más me han gustado siempre de ti es lo claro que eres. (Hugo le mira, esperando una respuesta que tenga algo que ver con lo que le ha preguntado) Vale, está bien, mira… tú eres mi mejor amigo, Hugo…

HUGO: (Irónico) Oh, si, se nota…

MARTA: Déjame terminar, por favor… eres mi mejor amigo, y estos días sin ti para mí han sido un autentico calvario. Alberto no me gusta, y no te lo pienso ocultar. Pero si tú eres feliz, yo también lo soy… y estoy dispuesta a darle una oportunidad. Si veo que es cierto que ha cambiado, te juro que no pondré ninguna otra objeción a que estéis juntos.

HUGO: (Extrañado) ¿Lo dices en serio? (Marta asiente, y su amigo le abraza, ante la sorpresa de la chica) Muchas gracias, tía… no sabes lo que significa eso para mí… y sobre todo, siendo tú.

Marta le corresponde al abrazo, feliz de haberse reconciliado con su mejor amigo, mientras Alberto lo ve todo desde la esquina de la calle, satisfecho.

Mónica y Ernesto están sentados en el sofá del salón, viendo la televisión, cuando Olivia se acerca sigilosamente hasta ellos, haciendo que cuando ambos se dan cuenta de su presencia, se asusten.

MÓNICA: Olivia, por Dios… que susto nos has dado…

OLIVIA: Lo siento, no era mi intención… pero es que necesito hablar con vosotros, es algo importante.

ERNESTO: (Borde) ¿No ves que estamos viendo esto? Ya nos lo dices mañana.

OLIVIA: En serio, es muy importante.

MÓNICA: Anda, cariño, vamos a escucharla…

Ernesto suspira, y mira a su hija de mala gana, mientras Mónica la mira con mucho interés.

OLIVIA: (Nerviosa) Gracias, mamá… pues bueno, la verdad es que no sé como deciros esto, la verdad. Sé que os lo vais a tomar mal, y prefiero hacerlo directamente, y sin rodeos…

ERNESTO: (Interrumpiéndola) Bueno, ¿qué? ¿Nos lo vas a decir ya, o vas a esperar al año que viene?

OLIVIA: Estoy embarazada.

Ernesto y Mónica se miran, asustados y sin saber que decir, hasta que el hombre se levanta.

ERNESTO: Ya estás haciéndote las maletas, y saliendo de esta casa.

OLIVIA: Pero papa…

ERNESTO: (Enfadado) ¡Esta vez no te va a salvar ni tu madre, Olivia!

El hombre sale del salón, y Mónica también se levanta, mirando a su hija.

MÓNICA: (Irónica) ¿Esta era la famosa estrategia para intentar arreglar las cosas?

La mujer también se va, dejando allí sola a Olivia, quien rompe a llorar, desconsolada.

Un nuevo día amanece en la ciudad. Hoy, el parque está lleno de niños jugando entre ellos, mientras sus respectivas madres charlan sentadas en los bancos. Marta se encuentra agachada tras un arbusto, observando la papelera en la que ha dejado la bolsa con el dinero. Alguien se acerca hasta allí, cogiendo la bolsa, y Marta la reconoce inmediatamente.

MARTA: (Levantándose) ¡Lorena!

Lorena, que la ha escuchado, se gira hacia ella, y cuando la ve, le sonríe malévolamente, ante la sorpresa de la chica.

CONTINUARÁ...